¿Se puede vivir de la escritura?
Hoy desentierro el hacha de guerra para tratar un tema bastante complicado: el oficio del escritor de ficción.
Me he dado cuenta de que la mayor parte de la gente que quiere adentrarse en este mundo de la literatura no es muy consciente de cómo funciona y de qué puede esperar de él. Muchas veces, el lego y el diletante creen que un escritor con unas cuantas novelas a sus espaldas es capaz de mantenerse por sí mismo. Creen que algo de atención de los medios y unas cuantas reseñas y entrevistas repartidas por blogs y por periódicos locales son sinónimo de éxito, que lo convierten a uno en una celebridad.
Y al final, creen que en todo este asunto de las novelas hay dinero. Y lo creen porque hay alguien que hace dinero con ellas, porque hay librerías enormes en pleno centro de las ciudades y, sobre todo, porque muchos escritores no se molestan en desmentirlo. Admitir algo así desmerece el trabajo realizado y, desde luego, no sirve para vender más libros.
Como consecuencia, el escritor novel suele tener aspiraciones muy poco realistas.
Sin embargo, sé que en el fondo no quiero enfocar este artículo en eso. Esto no debería ir de cómo tú puedes o no puedes profesionalizarte como escritor (según escribo estas líneas, siento como el dios SEO me pega un bofetón que me envía a la página doce de resultados de Google); esto debería ir de lectores. De cómo deberíamos intentar apoyar a la clase media de la literatura, porque va a redundar en una mejora de las condiciones para todos: de la oferta, de la cantidad y de la calidad.
El escritor profesional
Escritor profesional. Este es el término con el que nos referimos al autor que puede vivir de la escritura, dedicarse íntegramente al acto de crear novelas, sin necesidad de recurrir a impartir talleres o a ofrecer servicios de corrección o editoriales. Al mismo tiempo, quiero aclarar que no me refiero tampoco a los autores superventas, sino a un hipotético grupo de escritores de clase media, que en realidad no tengo muy claro si en España ha llegado a existir alguna vez.
No estamos hablando de mí, y probablemente tampoco estamos hablando de ti. No hablamos de noveles, sino de autores con una trayectoria, con ventas, con buena distribución, etcétera. La posición a la que aspira la mayoría de la gente que se toma lo de escribir en serio.
Hoy no hablo de escribir por placer. Hoy hablo del «vil metal».
¿Puede profesionalizarse un escritor hoy día en España? La respuesta ya os la podéis imaginar (no, no se puede), pero lo interesante es el porqué. Que un escritor no puede vivir de esto parece bastante asumido dentro del gremio.
La lógica conduce a pensar, sin embargo, que si no hay negocio para los escritores, no debería haber escritores. Y si no hay negocio pero los escritores quieren seguir escribiendo por placer, entonces ¿por qué nos empeñamos en tratar de comercializar un producto que apenas tiene valor en el mercado? ¿Cómo puede suponer el negocio del libro el 40% de toda la industria cultural española?
Lo que hay
Voy a hacer unas matemáticas muy tontas para averiguar cuánto cobra un escritor promedio (llamémoslo de clase media). Como es natural, la mayor parte de escritores no hacen públicos sus datos fiscales, ni cómo han ido las ventas de su último libro, pero con este informe sobre el Sector del Libro en España podemos obtener datos correspondientes al año 2011 para hacernos una idea:
Precio medio de un libro (en literatura) | 11,44 euros |
Porcentaje del autor | 1,14 euros |
Tirada media (en literatura) | 1657 ejemplares |
1657 * 1.14 = 1888,98 euros.
Misterio resuelto. Esto es más o menos lo que cobra un escritor promedio de nuestro país al año por novela: Menos de dos mil euros, y eso solo si logra agotar la tirada.
Sigamos con las risas. ¿Cuántos libros tendría que vender un escritor para poder cobrar un salario mínimo (e indigno, de supervivencia) de 15.000 euros al año? Pues muy sencillo: más de 13.000 libros. Una tirada que para la mayor parte de escritores suena a broma. Pero aquí hay clases como en todas partes. Con el número de libros que vendió Julia Navarro durante el 2014, podríamos alimentar a una decena de escritores. Con lo que vendió E. L. James del primer libro de Grey durante los últimos seis meses de 2012, tendríamos para mantener a casi cuarenta.
Siempre he pensado que el lector es conservador, pero no estoy seguro de si lo es por naturaleza o por influencia de la publicidad. Sería deseable, no obstante, que el panorama literario (el rentable, se entiende) estuviera compuesto por algunos miembros más, que se leyese un poco menos a los cuatro de siempre y un poco más a algún otro. En un mundo ideal la editorial tendría tiempo, recursos e interés para leer todos los manuscritos que recibe, identificaría al escritor novel que es un diamante en bruto, le ofrecería un contrato de edición con un buen adelanto y se arriesgaría a sacarlo al mercado, porque cuanto mejor sea un escritor, más libros vende. ¿No? ¿No?
No. Otro mito que conviene desterrar de una vez por todas, si queremos entender el mundo editorial. La calidad, por sí sola, no vende libros. En la inmensa mayoría de las ocasiones, solo hay dos cosas que lo hacen:
- El nombre de la portada.
- La promoción y la publicidad.
Yo soy de los que piensan que, si la novela es buena, el boca-oreja provoca un incremento de las ventas. Como prueba, ahí están (algunos) long-sellers y (algunos) bombazos editoriales inesperados. Pero para que este aumento no sea testimonial, es necesario el empuje publicitario inicial, que la bola empiece a rodar. Y no hay mejor publicidad que el nombre del autor, porque los lectores son conservadores, como digo, y un nombre les dice mucho más que un género, o que un argumento sugerente. Un nombre, siempre y cuando lo hayan oído antes, actúa como una marca. Un nombre, siempre y cuando lo hayan leído antes, es una garantía de calidad, o al menos «de mínimos».
A lo que creo que debemos aspirar, como lectores, es a potenciar esta clase media de escritores por encima de los grandes nombres superventas. Personalmente, yo quiero que estas personas puedan vivir de escribir, y que así puedan escribir más y mejor. Quiero que exista una red de autores para los que escribir sea una alternativa profesional válida. Quiero variedad en la mesa de novedades de las librerías.
Creo que como lectores, antes que como escritores, deberíamos luchar para apoyar eso. Para ello no haría falta que se leyera más de lo que ya se lee; solo se necesitaría variar los hábitos de lectura.
Desde luego, no es una tarea nada fácil.
Lo que nos viene
¿Y qué alternativas existen o se adivinan en el horizonte para el futuro de la profesión? Si el número de ejemplares por edición es muy bajo y las ventas también, y no permiten ni tan siquiera un salario indigno, cabe preguntarse: ¿Han traído las nuevas tecnologías alguna alternativa viable para profesionalizarse?
Nos hemos metido en un modelo un tanto absurdo en el que casi pareciera que todos estamos empeñados en producir algo que nadie quiere consumir, cosa que no creo que sea cierta. Por eso no dejan de hacernos creer que el lector no existe, que si queremos publicar tenemos que pagar. Al final estamos convirtiendo la literatura en un pasatiempo, y la publicación en un acto de vanidad.
Solo veo dos soluciones:
El primero es la autopublicación, que ofrece perspectivas similares, aunque algo más halagüeñas. Al fin y al cabo, el escritor recibe los beneficios de inmediato en lugar de tener que esperar a las liquidaciones semestrales. De este modo, con algo de suerte, podrá comer todos los días, y no solo dos veces al año. Hace ya bastante tiempo escribí un par de artículos sobre el tema —las ventajas de la autopublicación y los peligros de la autopublicación— y mi punto de vista no ha variado demasiado desde entonces.
La autopublicación puede estar bien, pero solo tiene sentido en según qué géneros, y siempre y cuando seas un escritor lo bastante rápido, capaz de posicionar bien varios títulos nuevos por año. Resulta curioso que en la edición tradicional esto no pueda hacerse, porque si publicas más de una o de dos novelas por año, en teoría estás compitiendo contra ti mismo y «saturando el mercado», cuando en el mundo de la autopublicación la única forma de sobrevivir es publicando mucho y acumulando ingresos.
La segunda opción es Patreon. Y digo Patreon porque pocas son las campañas de crowdfunding que incluyen el salario del escritor de un año. La mayoría solo cubren costes de impresión, diseño y maquetación. Eso quiere decir que, mientras produce, el escritor no cobra. Y por supuesto, los beneficios de una tirada, en la inmensa mayoría de los casos, no son suficientes para compensar el tiempo invertido ni a precio de salario mínimo.
Hace poco, el escritor de género Tim Pratt se anunciaba en Patreon. La idea de Patreon me parece mejor, más digna que la de un crowdfunding sin más, sobre todo para escritores. En Patreon, los usuarios pagan mensualmente o por producto a un artista, garantizándole la independencia económica y creativa. Pratt dice:
Ahora mismo soy sobre todo novelista. Escribo y edito para poder vivir y, económicamente, escribir novelas tiene más sentido que escribir relatos. Tengo gastos y facturas como todo el mundo, y además un hijo que pretende que lo alimente varias veces todos los días. Pero los cuentos fueron mi primer amor, y el tipo de literatura que mejor escribo (Es un hecho: soy un novelista aceptable, pero en mis mejores momentos, soy un escritor de relatos genial). Quiero escribir más cuentos, siempre y cuando pueda hacerlo sin entrar en bancarrota. Solo necesito un motivo.
Así que: Ayúdame a hacer más de lo que se me da mejor. Aquellos que me apoyen podrán leer una historia inédita todos los meses —normalmente ciencia ficción, fantasía, terror y otras cosas raras. Cuanto más apoyo reciba, más tiempo podré dedicar a escribirlas, lo que me llevará a poder escribir historias más largas (o más fragmentos de historias cortas).
La opción de Patreon es buena. Es como decir: No solo te pago este libro, sino que te pago mientras produzcas este y otros libros. No sé cómo lo veis vosotros, pero teniendo en cuenta cómo funciona la literatura, es uno de los pocos sistemas que veo aceptable para profesionalizarse dentro del nuevo modelo de negocio en el que estamos inmersos. El problema vuelve a ser el mismo: Tim Pratt quizá logre su objetivo, pero otros escritores con menos trayectoria lo tienen mucho más difícil. Casi imposible.
* * * *
¿Y vosotros qué pensáis? ¿Creéis que los escritores de clase media tienen sentido en el panorama actual? ¿Son un indicador de la buena salud del mercado? ¿Debe estar la literatura en manos exclusivas de los autores superventas y de un montón de amateurs que tienen que compaginar su actividad con otros trabajos más lucrativos?
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