miércoles, 30 de diciembre de 2009

El arte de vivir (Tercera Parte)


El arte de vivir (Tercera Parte)
Meditación Vipassana
por S. N. Goenka


Debido a nuestra ignorancia reaccionamos constantemente de manera que nos dañamos o dañamos a los demás. Pero cuando surge la sabiduría —la sabiduría de observar la realidad tal y como es— desaparece el hábito de reaccionar. Cuando dejamos de reaccionar ciegamente, somos capaces de realizar actos verdaderos, actos que emanan de una mente equilibrada, una mente que ve y comprende la verdad. Una acción así sólo puede ser positiva, creativa, capaz de ayudarnos a nosotros y a los demás.
Por eso es necesario “conocerse a sí mismo”—consejo que han dado todos los sabios. Debemos conocernos a nosotros mismos, no sólo en el ámbito intelectual de ideas y teorías, no sólo emocionalmente o a través de la devoción, aceptando de forma
ciega los que hemos oído o leído. Este conocimiento no es suficiente. Debemos conocer la realidad por medio de la experiencia.
Debemos experimentar directamente la realidad de este fenómeno físico-mental. Únicamente esto es lo que nos ayudará a estar libres de nuestro sufrimiento.
Esta experiencia directa de nuestra realidad interna, esta técnica de auto-observación, es lo que se llama meditación
Vipassana. En la lengua que se hablaba en la India en la época de Buda, “passana” significa ver las cosas de forma corriente, con los ojos abiertos. “Vipassana” es observar las cosas tal y como son, no como parecen ser. Hay que penetrar a través de la verdad aparente hasta llegar a la verdad última de toda la estructura mental y física. Al experimentar esta verdad, aprendemos a dejar de reaccionar ciegamente, a dejar de generar contaminaciones y de forma natural, las contaminaciones antiguas van erradicándose poco a poco. Así nos liberamos de la desdicha y experimentamos la felicidad auténtica.
El curso de meditación consta de tres pasos. El primero es abstenerse de cualquier acto físico o verbal que pueda perturbar la paz y la armonía de los demás. No podemos liberarnos de nuestras contaminaciones mentales si continuamos realizando actos de obra o de palabra que multipliquen estas contaminaciones. Por eso, el primer paso de esta práctica es un código moral. Nos comprometemos a no matar, no robar, no tener una conducta sexual inadecuada, no mentir y no tomar intoxicantes. Al abstenerse de estos actos, permitimos a la mente que se serene lo suficiente como para poder continuar.
El siguiente paso es aprender a controlar la mente salvaje, adiestrarla para que se concentre en un único objeto, la respiración. Intentamos mantener la atención en la respiración el mayor tiempo posible. Esto no es un ejercicio de respiración porque no intentamos regularla; la observamos tal y como es, de forma natural, tal y como entra, tal y como sale. De esta manera, aumentamos la serenidad de la mente para que no se deje arrastrar por negatividades intensas; al mismo tiempo, vamos concentrándola y haciéndola más aguda, más penetrante, más capaz de trabajar internamente.
Estos dos primeros pasos, vivir con moralidad y controlar la mente, son muy necesarios y beneficiosos pero conducirán a la represión a menos que demos un tercer paso: purificar la mente de contaminaciones, desarrollando la visión cabal de nuestra propia naturaleza. Esto es Vipassana: la experimentación de nuestra propia realidad, observando en nosotros mismos de forma sistemática y desapasionada este fenómeno de mente y materia en constante cambio que se manifiesta en sensaciones. Esta es la culminación de la enseñanza del Buda: la autopurificación a través de la auto-observación.
Es algo que puede ser practicado por todos y cada uno de nosotros. Todos enfrentamos el problema del sufrimiento. Es una enfermedad universal que requiere un remedio universal, no un remedio sectario. Cuando sentimos ira, no es una ira budista, una ira hinduista, o una ira cristiana. La ira es ira. Si como resultado de esa ira nos sentimos agitados, no es una agitación cristiana, judía o musulmana. La enfermedad es universal. El remedio debe también ser universal.
La Vipassana es este remedio. Nadie puede objetar a un código de vida que respeta la paz y la armonía de los demás. Nadie puede objetar al desarrollo del control sobre la mente. Nadie puede objetar al desarrollo de la visión cabal de nuestra propia naturaleza para que la mente se libere de sus negatividades. La Vipassana es un sendero universal.
Observar la realidad tal y como es, observando la verdad interior, es conocerse a uno mismo directamente a través de la experiencia. Con la práctica nos liberamos de la desdicha que acarrean las contaminaciones. Partiendo de la verdad externa, burda y aparente, penetramos en la verdad última de la mente y la materia. Esto también termina por trascenderse y se experimenta una verdad que está más allá de la mente y la materia, más allá del tiempo y del espacio, más allá del campo condicional de la relatividad: la verdad de la liberación total de todas las contaminaciones, todas las impurezas, todo el sufrimiento. No importa el nombre que se le dé a esta verdad última; es la meta final de todos nosotros.
¡Ojalá que todos ustedes experimenten esta verdad última! ¡Ojalá que todos se liberen de la desdicha! ¡Ojalá que todos gocen de una paz real, una armonía real, una felicidad real!

¡QUE TODOS LOS SERES SEAN FELICES!

S. N. Goenka es un maestro de meditación Vipassana en la tradición del ya fallecido Sayagyi U Ba Khin de Birmania.
Aunque de ascendencia india, Goenkaji nació y creció en Birmania donde tuvo la fortuna de conocer a U Ba Khin y aprender de él la técnica de Vipassana. Después de recibir adiestramiento durante catorce años, Goenkaji se marchó a la India y allí comenzó a enseñar Vipassana en 1969. A pesar de ser éste un país profundamente dividido en castas y religiones, los cursos de Goenkaji atraen a miles de personas procedentes de todos los sectores sociales y de numerosos países del mundo.

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