domingo, 14 de junio de 2015

El hombre más rico de Babilonia



El hombre más rico de Babilonia 

En la antigua Babilonia vivía un hombre muy rico que se llamaba Arkad. Su inmensa fortuna lo hacía admirado en todo el mundo. También era conocido por su prodigalidad. Daba generosamente a los pobres. Era espléndido con su familia. Gastaba mucho en sí mismo. Pero su fortuna se acrecentaba cada año más de lo que podía gastar. 

Un día, unos amigos de la infancia lo fueron a ver y le dijeron: 

-Tú, Arkad, eres más afortunado que nosotros. Te has convertido en el hombre más rico de Babilonia mientras que nosotros todavía luchamos por subsistir. Tú puedes llevar las más bellas ropas y regalarte con los más raros manjares, mientras que nosotros nos hemos de conformar con vestir a nuestras familias de manera apenas decente y alimentarlas tan bien como podemos. 

»Sin embargo, en un tiempo fuimos iguales. Estudiamos con el mismo maestro. Jugamos a. los mismos jue­gos. No nos superabas en los juegos ni en los estudios. Y durante esos años no fuiste mejor ciudadano que nosotros. 

»Y por lo que podemos juzgar, no has trabajado más duro ni más arduamente que nosotros. ¿Por qué entonces te elige a ti la suerte caprichosa para que goces de todas las cosas buenas de la vida y a nosotros, que tenemos los mismos méritos, nos ignora? 

-Si no habéis conseguido con qué vivir de manera sencilla desde los años de nuestra juventud -los reprendió Arkad-, es que habéis olvidado aprender las reglas que permiten acceder a la riqueza, o también puede ser que no las hayáis observado. 

»"La Fortuna Caprichosa" es una diosa malvada que no favorece siempre a las mismas personas. A1 contrario, lleva a la ruina a casi todos los hombres sobre los que ha hecho llover oro sin que hicieran esfuerzo alguno. Hace actuar de manera desordenada a los derrochadores irreflexivos que gastan todo lo que ganan, dejándoles tan sólo apetitos y deseos tan grandes que no puedan saciarlos. En cambio, otros de a los que favorece se vuelven avaros y atesoran sus bienes por miedo a gastar los que tienen, pues saben que no son capaces de reponerlos. Además, siempre temen ser asaltados por los ladrones y se condenan a vivir una vida vacía, solos y miserables. »Probablemente existen otros que pueden usar el oro que han ganado sin esfuerzo, hacerlo rendir y continuar siendo hombres felices y ciudadanos satisfechos. Sin embargo, son poco numerosos. Sólo los conozco de oídas. Pensad en los hombres que repentinamente-han heredado fortunas y decidme si esto que os digo no es cierto. 

Sus amigos pensaron que estas palabras eran verídicas, pues sabían de hombres que habían heredado fortunas. Le pidieron que les explicara cómo se había convertido en un hombre tan próspero. 

-En mi juventud --continuó-, miré a mi alrededor y vi todas las buenas cosas que me podían dar felicidad y satisfacción, y me di cuenta de que la riqueza aumentaba el poder de esos bienes. 

»La riqueza es un poder, la riqueza hace posible muchas cosas. 

»Permite amueblar una casa con los más bellos muebles. 

»Permite navegar por mares lejanos. 

»Permite degustar finos manjares de lejanos países. 

»Permite comprar los adornos del orfebre y del joyero. 

»Permite, incluso, construir grandiosos templos para los dioses. 

»Permite todas esas cosas y aún muchas otras que procuran placer a los sentidos y satisfacción al alma. 

»Cuando comprendí todo eso, me prometí que yo tendría mi parte de las cosas buenas de la vida. Que no sería uno de esos que se mantienen al margen, mirando con envidia cómo los otros gozan de su fortuna. No me conformaría con ropas menos caras que sólo serían respetables. No me contentaría con la vida de un pobre hombre. Al contrario, estaría invitado al banquete de las buenas cosas. 

»Siendo, como ya sabéis, el hijo de un humilde comerciante, y miembro de una familia numerosa, no tenía ninguna esperanza de heredar, y no estaba especialmente dotado de fuerza o de sabiduría, como habéis dicho con tanta franqueza; así que decidí que si quería obtener lo que deseaba necesitaría dedicar tiempo y estudio. 

»En cuanto al tiempo, todos los hombres lo tienen en abundancia. Vosotros habéis dejado pasar el tiempo necesario para enriquecerse. 

»Y sin embargo admitís que no tenéis otros bienes que mostrar que vuestras buenas familias, de las que tenéis razón de estar orgullosos. 

»En lo que concierne al estudio, ¿No nos enseñó nuestro sabio profesor que posee dos niveles? Las cosas que ya hemos aprendido y que ya sabemos; y la formación que nos muestra cómo descubrir las que no sabemos. 

»Así decidí buscar qué había que hacer para acumular riquezas, y cuando lo encontré, me creí en la obligación de hacerlo y de hacerlo bien. Pues ¿acaso no es sabio el querer aprovechar la vida mientras nos ilumina el sol, ya que la desgracia pronto se abatirá sobre nosotros en el momento que partamos hacia la negrura del mundo de los espíritus? 

»Encontré un puesto de escriba en la sala de archivos, en la que durante largas horas todos los días, trabajaba sobre las tablillas de barro, semana tras semana, mes tras mes; sin embargo, nada me quedaba de lo que ganaba. La comida, el vestido, lo que correspondía a los dioses y otras cosas de las que ya no me acuerdo, absorbían todos mis beneficios. Pero todavía estaba decidido. 

»Y un día, Algamish el prestamista vino a la casa del señor de la ciudad y encargó una copia de la novena ley; me dijo: "La tengo que tener en mi poder dentro de dos días; si el trabajo está hecho a tiempo te daré dos monedas de cobre" 

»Así que trabajé duro, pero la ley era larga y cuando Algamish volvió, no había terminado el trabajo. Estaba enfadado, si hubiera sido su esclavo me habría pegado. Pero como sabía que mi amo no lo habría permitido, yo no tuve miedo y le pregunté: «Algamish, sois un hombre rico. Decidme cómo puedo hacerme rico y trabajaré toda la noche escribiendo en las tablillas para que cuando el sol se levante la ley esté ya grabada.» 

»Él me sonrió y respondió: "eres un joven astuto, pero acepto el trato". 

»Pasé toda la noche escribiendo, aunque me dolía la espalda y el mal olor de la lámpara me daba dolor de cabeza, hasta que casi ya no podía ni ver. Pero cuando él regresó al amanecer, las tablillas estaban terminadas. 

»"Ahora, dije, cumple tu promesa." 

»"Tú has hecho tu parte del trato, hijo mío, me dijo él bondadosamente, y yo estoy dispuesto a cumplir la mía. te diré lo que deseas saber porque me vuelvo viejo y a las lenguas viejas les gusta hablar, y cuando un joven se dirige a un viejo para recibir un consejo, bebe de la fuente de la sabiduría que da la experiencia. Demasiadas veces, los jóvenes creen que los viejos sólo conocen la sabiduría de los tiempos pasados y de ese modo no sacan provecho de ella. Pero recuerda esto: el sol que brilla ahora es el mismo que brillaba cuando nació tu padre y el mismo que brillará cuando muera el último de tus nietos." 

»"Las ideas de los jóvenes, continuó, son luces resplandecientes que brillan como meteoros que iluminan el cielo; pero la sabiduría del anciano es como las estrellas filas que lucen siempre de la misma manera, de modo que los marinos puedan confiar en ellas." 

»"Retén bien estas palabras si quieres captar la verdad de lo que te voy a decir y no pensar que has trabajado en vano durante toda la noche." 

»Entonces, bajo las pobladas cejas, sus ojos me miraron fijamente y dijo en voz baja pero firme: "Encontré el camino de la riqueza cuando decidí que una parte de :todo lo que ganaba me tenía que pertenecer. Lo mismo será verdad para ti." 

»Después continuó mirándome y su mirada me atravesó; giro no añadió nada más. "¿Eso es todo?", pregunté. 

»"¡Fue suficiente para convertir en prestamista de oro a un pastor!, respondió. 

»"Pero puedo conservar todo lo que gano, ¿no?" dije. »"En absoluto, respondió. ¿No pagas al zapatero? ¿No pagas al sastre? ¿No pagas por la comida? ¿Puedes vivir en Babilonia sin gastar? ¿Qué te queda de todo lo que ganaste durante el año pasado? ¡Idiota! Pagas a todo el mundo menos a ti. Lelo, trabajas para los otros. Lo mismo daría que fueras un esclavo y trabajaras para tu dueño, que te daría lo que necesitas para comer y vestir." 

»"Si guardaras la décima parte de lo que ganas en un año, ¿cuánto tendrías en diez años?" 

»Mis conocimientos de cálculo me permitieron responder: "tanto como gano en un año". 

»El replicó: "lo que dices es una verdad a medias. Cada moneda de oro que ahorras es una esclavo que tra­baja para ti. Cada una de las pequeñas monedas que te proporcionará ésta, engendrará otras que también trabajarán para ti. ¡Si te quieres hacer rico, tus ahorros te deben rendir y estos rendimientos rendirte a su vez! Todo esto te ayudará a conseguir la abundancia de que estás ávido" 

»"Crees que te pago mal por la larga noche de trabajo, continuó, pero en verdad te pago mil veces; sólo hace falta que captes la verdad de lo que te he presentado" 

»"Una parte de lo que tú ganas es tuyo y lo puedes conservar. No debe ser menos de una décima parte, sea cual sea la cantidad que tú ganes. Puede ser mucho más cuando te lo puedas permitir. Primero págate a ti. No compres al zapatero o al sastre más de lo que puedas pagar con lo que te quede, de modo que tengas suficiente para la alimentación, la caridad y la devoción a los dioses." 

»"La riqueza, como el árbol, nace de una semilla. La primera moneda que ahorres será la semilla que hará crecer el árbol de tu riqueza. Cuanto antes plantes tu semilla, antes crecerá el árbol. Cuanto más fielmente riegues y abones tu árbol, antes te refrescarás, satisfecho, bajo su sombra." 


»Habiendo dicho esto, cogió sus tablillas y se fue.


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