martes, 4 de octubre de 2011

VIDA Y DESTINO de Vasili Grosman



Dos prisioneros rusos, muertos de hambre, cubiertos de miedo y piojos, hablan entre sí en un campo de internamiento nazi. -¡Qué bien estamos aquí! Imagina que estuviésemos en Siberia, en manos de los nuestros. A estos al menos los podemos odiar.

Así empieza una obra minumental sobre la batalla de Stalingrado vista desde el lado ruso, con una visión tan salvajemente realista que no es de extrañar que el libro no pudiese ser publicado hasta muchos años después de la muerte de su autor.

Vida y destino responde al vasto plan de abarcar el mundo conocido de su autor en una coyuntura tan crucial como fuera la batalla de Stalingrado, decisiva en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de una ‘novela total’, ambiciosa modalidad que ha hecho escuela en la literatura rusa. Dostoievski, Tolstói, Pasternak, Bulgákov, Solyenitzin, en menor medida Turguéniev y Sholojov; son los nombres más representativos de esta tradición, a la que ahora sabemos se suma Vassili Grossman. Y lo ha hecho del modo más propio: cultivando un estilo llano y natural, carente de artificios esteticistas pero con algunos efectos teatrales muy cercanos al gusto ruso por lo trágico.

Vida y Destino es, en efecto, una de esas obras río en las que todo fluye y en las que parece que nada importa. Y cuando decimos que nada importa nos referimos a que el autor parece adoptar a veces el punto de vista de la naturalñeza, que simplemente deja correr los acontecimientos, sin preocuparse demasiuado de quién vive y quién muere, porque ese es el destino inevitable de todo y de todos.

En Vida y destino se yuxtaponen la grandeza terrible de lo épico y lo conmovedor de la cotidianeidad. Épica más bien sórdida y atroz, en este caso, puesto que concierne a una de las guerras más despiadadas de la historia, aquella que sacrificó a millones de alemanes y soviéticos en nombre de unos regímenes e ideologías que son vergüenza de la humanidad. Y una cotidianeidad asaltada y despedazada por la contingencia histórica, pero rehecha sobre la misma complejidad de la naturaleza humana, manifiesta tanto en las grandilocuentes justificaciones de la abominable matanza como en los pequeños instantes en que el hombre común despliega las más corrientes de sus facultades. Lo familiar, lo humano, lo incomprensible, tiene mucho de romántico en esta novela, donde de vez en cuando, a borbotones, la irracionalidad de lo humano se antepone a toda lógica y todo razonamiento.

El universo de personajes de la novela es representativo de una variedad posible de categorías humanas y situaciones en que se ven envueltas. Hay de todo: generales y soldados,comunistas recalcitrantes y disidentes, valientes y cobardes y mucho más. Nunca se trata de tipos humanos monolíticos o acartonados. En Vida y destino no hay lugar para simplismos ni para la caricatura. El mezquino puede en cualquier momento mostrarse magnánimo como el que más. El hombre de talante íntegro es susceptible de quebrarse y cometer una villanía. El comedido puede volverse imprudente, y el imprudente mostrarse comedido. Tampoco hay maniqueísmos: los pocos alemanes que habitan la novela no son una encarnación apócrifa del mal, sino que se muestran tan vulnerables como cualquier ser humano. Lo mismo que Krímov, un comisario comunista que de victimario se torna víctima de la paranoia estalinista. Grossman es aquí heredero de Balzac y nos muestra una comedia humana que poco tiene de comedia pero que lo tiene todo de humana.

La amplitud y diversidad en los personajes tiene su correlato en la gama de escenarios en que ellos se desenvuelven.La novela tiene su vórtice en la batalla de Stalingrado, pero no se reduce a un mero relato bélico, sino que comprende situaciones paralelas en lugares distintos, tan heterogéneos como un campo alemán para prisioneros de guerra, un campo de trabajo forzado soviético, la estepa caucásica, la prisión moscovita de la Lubianka, un instituto científico, etc. La mirada panorámica de Grossman refleja la multitud de circunstancias que concurren en la decisiva instancia en que las dos mayores potencias totalitarias de Europa concentran su esfuerzo bélico en la ciudad del Volga. Y entre tanto, en la retaguardia, continúan las pequeñas mezquindades de quienes hacen equilibrismos sobre el alambre de la ortodoxia política, los que buscan pequeños ascensos, denuncian a sus vecinos o se enfrentan a verdaderas epopeyas para conseguir una habitación un poco más grande, o un poco más de combustible para la estufa.

Es cierto que la novela tiene como una de sus dimensiones principales la denuncia radical del totalitarismo. Respecto del fascismo –término genérico empleado por el autor-, la denuncia es patente en la representación del martirio de los judíos, eficaz en un par de pasajes que se encuentran entre los más dramáticos de la novela: el de la carta de la madre judía de uno de los protagonistas, Viktor Pávlovich Shtrum,a cuyas manos llega después de asesinada su madre por los nazis; y el del acarreo de una cantidad de judíos a un campo de exterminio. Su destino final es una cámara de gas, en la que otro personaje, Sofía Ósipovna Levinton, consuma al fin su naturaleza maternal con un niño al que ha conocido hace poco.Pero también esta denuncia procede según la modalidad de incisos discursivos en los que el autor declara la guerra al fascismo, contraponiéndolo explícitamente a toda aspiración libertaria y humanitaria. El fascismo –en este sentido- es el enemigo ya no tanto del comunismo soviético como de la patria gran-rusa y de la humanidad toda, incluidos los propios alemanes (sus primeras víctimas).

Grossman nos muestra la perversidad del estalinismo desde la entraña misma del régimen, supresor de libertades y derechos y corruptor de toda relación humana: el del estalinismo es un ambiente emponzoñado por la constante persecución y delación de la individualidad, siempre acosada por el miedo, la doblez y el servilismo. Sin formulaciones discursivas ni sentencias condenatorias, por demás imposibles en el contexto de la época, la tiranía estalinistaes objeto de la acusación que subyace en la certera descripción desus rigores. Tan certera que el régimen impidió la publicación de la novela –y un editor llegó a decirle a su autor que este impedimento se extendería por doscientos años. Por fortuna no ha sido así-.

En esta novela, ningún régimen ni ninguna ideología salen bien parados. Todos aparecen como enemigos del hombre y de sus pequeñas cosas. El fascismo como mosntruo y el comunismo como monstruo, encarnados en un antagonismo que el autor nos sabe mostrar como falso a fuerza de constantes paralelismos. A menudo es difícil saber a qué mosntruo se refiere hasta que nos e mencionan los nombres porque todos, de un lado y del otro, fascistas y comunistas, son un mismo enemigo de la gente que quiere sólo vivir.


http://www.criticadelibros.com/drama-y-elemento-humano/vida-y-destino-vasili-grossman/

No hay comentarios:

Publicar un comentario