Extracto del capitulo I del libro "EL MUNDO DE BILLIAM" de William Pavon
EL DESTINO FINAL
Después de tres días en Moscú, nos reunieron para informarnos
cuál era nuestro lugar de destino; nos dividieron en varios grupos, y aunque no
supimos los criterios de selección, todo indicaba que el número de personas de
cada grupo estaba en dependencia del cupo que disponían en las Escuelas
Preparatorias de destino. Me tocó la dicha de compartir esa experiencia con un
grupo de siete estudiantes nicas, a quienes nos informaron que teníamos la
suerte de ir a cursar estudios preparatorios a la ciudad de Kiev, la capital de
la República de Ucrania, una ciudad muy bella, al nivel de las mejores ciudades
europeas, como París, Praga, o Bilbao.

El viaje en tren fue interesante. Nos ubicaron en
compartimientos para cuatro personas, con literas para cada uno y colchones muy
suaves, pero lo que más me llamó la atención fue la blancura de las sábanas, de
un blanco tan intenso como el papel, o las hostias de la misa dominical, que con
el frío que se sentía en la calle te invitaban a acostarte inmediatamente y
sumergirte en un profundo sueño, como recompensa del viaje agotador. El tren
partió a eso de las nueve de la noche, y después de dejar las luces de Moscú, penetramos
a una oscurana, tan negra y espesa que la podías cortar con tijeras. Conversamos
un poco y nos hacíamos preguntas de cómo sería la ciudad a la cual nos
dirigíamos, ¿sería grande o pequeña, o una gran ciudad parecida a Moscú, o un
pueblo pequeño? Realmente estábamos muy mal orientados en cuanto a información
se refería. Creo que después de un rato de deliberaciones para ver quién tenía
la mejor imaginación de lo que nos esperaba, nos dormimos poco a poco, hasta
que uno de nosotros se quedó hablando solo.

A eso de las siete de la mañana pasó el camarero del
vagón repartiéndonos té caliente, en unos vasos de cristal con una base
metálica decorada, como soporte para que no se movieran de la mesa por los
vaivenes del tren y no se cayeran y rompieran. El camarero nos dijo que nos
preparáramos, que pronto llegaríamos, y eso nos levantó el ánimo, terminamos de
prepararnos, y riéndonos de alegría nos empujábamos unos a otros.
Ahora que ha transcurrido el tiempo, esos viajes me
fueron tan familiares, que los recuerdo con nostalgia, pero en ese momento todo
me resultaba sorprendente, de una experiencia tan acogedora e interesante.
Ahora que era de día, se podía observar bien la campiña llena de cultivos por
todos lados, no había sitio donde no estuviera sembrado, ya sea de cebada,
trigo o centeno. De vez en cuando pasábamos por pequeños pueblos, muy parecidos
entre sí, con una pequeña estación del tren en la cual se notaba gente
esperando el primer tren o el tren lechero, como le llamábamos nosotros al tren
que hacía paradas de pueblo en pueblo, recogiendo a la gente que por las
mañanas se desplazaba a sus centros de trabajo en la ciudad, y por las tardes
regresaba a sus casas en los caseríos. En esos momentos no me podía imaginar
que esos lugares acogedores tenían historias tan dramáticas, como las que
vivieron durante la segunda guerra mundial, cuando casi desaparecieron por
completo esos caseríos, producto de esa encarnizada guerra en la que murieron
millones de personas.

¿Cómo podía imaginar que esos lugares llenos de trigo
en su momento fueron grandes campos de batalla, donde en vez de las ruedas de
los tractores eran orugas de las máquinas de guerra que las trillaban? Cada
lugar cuánta historia encierra, y qué tan desapercibido pasan a veces a
nuestros ojos por los sitios que recorremos. Cuánta historia guardan las vidas
de los pueblos, y en todos los lugares siempre es igual: hermanos contra
hermanos, unos contra otros, hombres contra hombres, con consignas diferentes,
intereses diferentes, puntos de vista diferentes, y en nombre de la razón y el
derecho, se pisotea la razón y los derechos de otros.
Khreshchatyk - avenida central de la ciudad de Kiev
Miraba el campo a través de la ventanilla del tren, a cuyo
monótono desplazamiento y peculiar sonido te acostumbras terriblemente después
de cierto tiempo, hasta sentirlo parte de tu persona. Abstraído apreciaba cómo los
árboles y las señalizaciones se perdían en la distancia, y en ese letargo volvieron
a mi mente las escenas del sueño que tuve en el avión, las imágenes del cuarto
donde estaba, y vi al hombre que me miraba y observaba la puerta, sin atreverse
a salir ni a moverse, y sin saber por qué, yo tampoco intentaba ir hacia la
puerta, o quizá parecía que no debía, o si debía no podía, no sé qué sucedía,
aunque algo en mi interior me decía que tenía que salir, que no podía quedarme
encerrado, y tampoco sabía por qué estaba esa persona ahí, ni porqué tenía que
salir por esa puerta. La imagen era muy intrigante. En determinado momento el
cuarto y el tipo desaparecieron de mi mente, y me quedé pensando en la causa de
ese sueño, en su significado, en lo que me quería decir. Me encogí de hombros y
traté de pensar en otras cosas. Entonces, el lento avance del tren nos indicó que
habíamos llegado a nuestro destino.
Kiev es una ciudad muy linda y acogedora, donde la
belleza parece aflorar en todos sus rincones, llena de árboles, jardines,
parques y áreas verdes; parecía sumergida en un bosque encantado, con
monumentos que le daban un aspecto característico. Cuenta la leyenda que fue
fundada por unos hermanos vikingos que llegaron navegando por el caudaloso río Dniéper,
que baña la ciudad y la divide en dos, y sus más de cuatrocientos metros de
ancho permiten la navegación comercial y turística por toda la región. La
población, de origen caucásico, es alta, de pelo rubio y ojos azules, muy
simpáticos, sobre todo las damas, muy lindas, que durante el verano visten sus
trajes típicos y ropa ligera, y en invierno lucen impresionantes, con los
abrigos que las protegen del inclemente frío.

Nuestros guías en Moscú nos habían informado que al llegar
a la imponente ciudad de Kiev nos esperarían en la estación de trenes, y luego
nos llevarían a nuestro albergue, pero nada de eso ocurrió. Cuando el tren
detuvo su marcha, no nos atrevíamos a bajar, por miedo a perdernos entre la multitud
que corría de un lugar a otro; unos, buscando cómo alcanzar los trenes que
partían, otros, porque llegaban a su destino. En esa gigantesca estación a
diario convergen miles de ciudadanos procedentes de todas las ciudades de
Ucrania, y de países vecinos, de poblados de toda la república, y de gente que
se desplaza a otras partes de la imponente Unión Soviética. Dentro de la
estación encontramos cafeterías, enormes salas de espera, comercio, una
estación de Metro, áreas de bodegas, centros de almacenamiento, restaurantes,
etc., como una ciudad dentro de otra, un lugar que no duerme y mantiene su
actividad durante toda la noche. Desde allí se puede viajar hasta Kamchatka, la
ciudad más alejada de la Unión Soviética, ubicada a orillas del estrecho de
Bering, que por el lado de Alaska separa a este país de los Estados Unidos.

Museo de la guerra con la estatua a la Madre Patria de Kiev

Universidad (Instituto ) de aviacion civil de la ciudad de Kiev
Cuánta gente desplazándose, y nosotros paralizados,
con la boca abierta, viendo que ese mar de gente no terminaba; entonces
decidimos bajar, cargamos nuestros equipajes y descendimos del tren, ese aire
fresco que me dio en la cara aún no lo puedo olvidar; era una suave brisa
helada que refrescó mi rostro, y que en vez de frío me dio una sensación de paz
y tranquilidad.
Linea de tranvias de los anos ochenta.
Esperamos un rato en la estación, lo suficiente para
ver que el tren que nos había traído lo llevaban vacío a su estacionamiento, a
esperar su próximo viaje. Caminamos un poco, y no encontramos a nadie que nos
indicara qué hacer, por la sencilla razón que nadie nos esperaba. Nos
mantuvimos unidos para no perdernos entre la multitud, y después de varias
horas de espera, sin hablar ni una palabra de ruso, ucraniano, o inglés,
decidimos tomar un taxi que nos llevara a la dirección que en Moscú nos habían
escrito en ruso en una hoja de papel. Se la dimos al taxista, mostrándole los
pocos rublos que nos habían entregado. Ni corto ni perezoso cogió el dinero y nos
hizo señas para que subiéramos al auto y llevarnos a la dirección indicada. Fueron
largos minutos de angustia e incertidumbre, pues no sabíamos dónde íbamos. Sin
embargo, mientras él hacía su recorrido, yo iba maravillado viendo la ciudad
inmensa, llena de edificios de muy bonita arquitectura, los parques con mucha
gente tomando sol, caminando, o alimentando a las palomas, mientras nosotros recorríamos
calles interminables, sin hablar, sólo mirándonos unos a otros, esperando con
gran paciencia llegar a nuestro destino.

Iglesia de la Puerta de la Trinidad (Pechersk Lavra)
Por fin llegamos. Era el sitio indicado, pero por
cosas que siempre pasan, nadie nos estaba esperando. A los anfitriones
soviéticos se les complicó todo el asunto. Por ser época de vacaciones todos
los sitios estaban vacíos y el personal disfrutaba sus merecidas vacaciones.
Nos alojamos en el edificio de la Preparatoria, de la ciudadela estudiantil
Lomonosova, a orillas de la calle Lomonosova, y enfrente de la estación de
buses Lomonosova. Para nosotros fue un gran alivio llegar a la dirección
esperada y encontrarnos a un panameño que nos dio la bienvenida y nos ayudó a
colocarnos en la residencia estudiantil. Por fin había terminado la pesadilla
del viaje, y era hora de acostumbrarnos a las sorpresas, pues como dije antes, en
la vida no todo sale como uno quisiera, y es por eso que debemos de vivir
siempre preparados para los cambios inesperados que nos depara el destino.
Residencia estudiantil de la epoca
Ese día todo se solucionó para nosotros de forma
favorable, logramos alojarnos en el edificio de la preparatoria y la ansiedad
por no saber a dónde nos dirigíamos se había terminado, creo que la emoción de
estar en un lugar nuevo y diferente nos mantenía en un éxtasis permanente. No omito que algunos de nuestros compañeros
no estaban del todo bien, pues se sentían muy deprimidos por estar lejos de su
casa, de su familia y de sus seres queridos.
.............................
https://www.amazon.com/mundo-Billiam-Spanish-William-Alberto/dp/9996402355/ref=sr_1_1?keywords=el+mundo+de+billiam&qid=1595965834&s=books&sr=1-1