viernes, 8 de octubre de 2010

Ceros e infinitos




Tengo un amigo cubano, que ahora vive en otro rincon del mundo, ya no esta en la isla de Cuba, pero nos comunicamos continuamente, hablamos de cosas superfluas como el clima, el viento, la lluvia, los hijos, el trabajo. Pero hay muchas otras cosas que no hablamos, que no mencionamos y es sobre el pasado cercano, como logro salir de la isla, como llego a esos lugares, como esta su familia la que dejo en cuba, puede regresar o no a su pais, etc.
No le pregunto nada por no querer inmiscuirme en sus asuntos personales, sentimentales o mas profundo, si de el no sale comunicarme nada, tampoco puedo abusar de la confianza y acribillarlo a preguntas que lo puedan herir o hacer sentir mal. Es un tema que no se toca, no se ve, y nadie lo puede sentir.
Producto de las nuevas redes sociales, la internet, etc, se ha decidido por escribir en un blog sus ideas, expresar sus sentimientos, sus aspiraciones y emociones, todo su sentir hacerlo salir a flote y ver a la luz de una nueva optica lo que esconde su propio yo.
Pero escudriñando sus primeros escritos, sus primeros pasos en la expresion escrita, veo que no hay nada, no se puede expresar, no puede decir lo que siente, no puede describir lo que ve en otras personas, en su interior, en lo que desea, en lo que quiere y recurre a la metafora como una forma de ocultar su verdadera identidad, de querer decir algo pero sin que se den cuenta que el fue, que todos oigan pero que no vean quien lo dijo.

Todo eso fue producto de haber sido adoctrinado en un sistema donde lo que importa son las multitudes y no importa el yo, el ser humano. Donde existen los ceros y los infinitos, donde las masas son los infinitos y los ceros son las personas. Hay una obra del autor británico de origen húngaro Arthur Koestler, publicada en 1940 donde narra la historia de Rubashov, un miembro de la vieja guardia de la Revolución Rusa que después de servir fervientemente al régimen al final es acusado de un delito que no cometió, es condenado a la pena de muerte, pero su adoctrinamiento lo conduce a una posición tal que en vez de rechazar la acusación la acepta como un privilegio, como una necesidad enfermiza de aceptar se acusación solo porque así lo quiere el partido y para el que confía ciegamente y resulta un honor el fiel cumplimiento de cualquier ordeno proveniente de ese partido, aunque sea en su propia contra, en contra de su propia vida. Al final muere producto de su condena y en su alocucion el autor menciona que en ese tipo de sociedades solo existen los ceros y los infinitos, y se refiere que los ceros son las personas individuales que no tienen ningún valor en la sociedad, y los infinitos son la sumatoria de todos los ceros que conforman a las multitudes, a las masas, que esas si le importan al partido para cumplir sus propósitos de mantenerse en el poder y gobernar en nombre de las mayorías.




William Pavon

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