Memorias de una guerra olvidada
Entrevista a Manuel Coronel Novoa con motivo de la publicacion de su nevo libro "Memorias de una guerra olvidada" realizada por el periodista Douglas Carcache de El Nuevo Diario de Nicaragua, que por ser de interes le dejamos un extracto en esta ocasion.
Manuel Coronel es uno de los sobrevivientes de esa cruenta guerra fraticida que dejo miles de muertos en las montañas de Nicaragua, cientos de familias enlutadas y sumergido el pais en una profunda crisis economica que aun se viven sus secuelas.
La guerra que vivio Nicaragua en los años ochenta todavia tiene abierta sus heridas, no han cicatrizado, y es vista desde muchos angulos, asi como tambien de enfoques politicos, pero lo cierto de todo esto es que fue el resultado de la confrontacion de las dos grandes potencias en la famosa Guerra Fria, era la confrontacion de dos grandes corrientes ideologicas que trataban de demostrar su predominio en el mundo, estaban en una lucha de intereses.
Nicaragua tambien fue arrastrada a esos causes y no se le dio opcion de elegir cual podria ser su destino, no pudo determinar el camino que queria seguir porque inmediatamente intervinieron los Estados Unidos queriendo imponer su modelo politico economico. A la final tambien fue una guerra mas de las que se provocaron en todo el mundo a la luz de esa gran confrontacion.
Pero sin seguir escudriñando mas sobre los motivos, es necesario mencionar el coraje, valentia y decision de esos jovenes que lucharon por un ideal, murieron defendiendo un ideal y si ahora hay cuestionamientos y dudas para algunos sobre el ideal que perseguian, pues a como lo dice Manuel Coronel en su libro, fue su mejor lucha que libraron en su vida y murieron por amor, no cuestionaron si morian o no, simplemente se secrificaron por un mundo mejor y que mejor ejemplo de grandeza humana, su legado va a perdurar toda la vida. Vivan los heroes y martires.
William Pavon
Guatemala 01-Dic. - 2017
A continuacion la entrevista realizada por El Nuevo Diario de Nicaragua el dia 23 de Marzo del 2017.
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Entrevista
Manuel Coronel Novoa. Publica hoy
el libro “Memorias de una guerra olvidada”, convencido de que Nicaragua “ha
sido un exitoso laboratorio de paz” gracias a la capacidad del nicaragüense “de
perdonar y pedir perdón”.
Ahora trabaja en el Fondo
Monetario Internacional (FMI), en Washington. Hace 32 años era un joven soldado
del Ejército sandinista, movilizado en un batallón de lucha irregular que se
enfrentaba a la contrarrevolución en las montañas de Nicaragua. En su libro
relata y reflexiona sobre lo que vivió en aquella época.
¿Por qué creés que algunos han
olvidado la guerra, a pesar de haberla sufrido o ser parte de ella?
El título de mi libro “Memorias
de una guerra olvidada” lleva en realidad un mensaje apelativo, retórico, más
no dirigido a ninguna categoría socioeconómica o política. La mayoría de los
que hoy habitan la Nicaragua de la segunda década del siglo XXI, por evidentes
razones demográficas, no vivieron la guerra. Alguien que en 2017 tiene 44 años
o menos, como norma, no pudo haber vivido la guerra en carne propia. Otros la
vivieron desde la periferia, o desde el exilio. Todos, sin embargo, necesitamos
referencias históricas, y cuando las buscamos, encontramos pocas. Las otras dos
dimensiones del “olvido” de la guerra de los 80 son de naturaleza más
subjetiva: Una, debido a las complejas circunstancias en las que se desarrolló
y concluyó, sobre las que elaboro en el libro; y la otra, tiene que ver con la
amnesia selectiva, muy del ser humano.
La contás desde tu perspectiva.
¿Qué hay de diferente en tu perspectiva, respecto a relatos de otros
protagonistas?
No existen relatos objetivos de
los hechos históricos, todo lo que se escribe o cuenta pasa por el tamiz del
que lo hace. Me resultaría presuntuoso hablar en nombre de los que me
precedieron o prosiguieron en los Batallones de Lucha Irregular (BLI), mucho
menos en nombre de todos los que participamos o cumplimos el Servicio Militar
Patriótico, ya no digamos de toda mi generación, la cual era compleja y
heterodoxa desde el punto de vista sociopolítico. Más bien, pienso que es
prerrogativa de cada soldado, prerrogativa ganada en el combate, y por tanto,
inalienable, el escribir o relatar sus propias experiencias desde su forma de
ver el mundo, desde su propia perspectiva.
¿Cuáles fueron las preguntas que
más te hiciste en aquellos años?
Las preguntas más reflexivas
venían una vez que la subsistencia básica estaba más o menos satisfecha:
¿Cuánto tiempo va a durar esta guerra? Si salimos vivos, ¿qué demonios vamos a
hacer?, ¿valdrá la pena tanto sacrificio, tantas vidas interrumpidas,
atrofiadas? Sin duda, preguntas que, aunque datan de milenios de conflictos
armados en la historia de la humanidad, cuando te toca a vos y a tu país lidiar
con ellas, resulta imposible eludir ese duro proceso de catarsis personal y
colectiva que conlleva responderlas.
¿Cuáles son las respuestas más
importantes que das hoy?
Desde mi humilde opinión, desde
mi propia experiencia en la búsqueda de esas difíciles respuestas, es la
conquista de la paz, una paz firme y duradera en nuestra patria, la verdadera y
gran reivindicación, específica y concreta, de mi generación de combatientes.
Cómo celebro que este año, el 2017, Nicaragua alcance el récord de 27 años
consecutivos de posconflicto pacífico. Pienso que cada soldado, nuestro o de la
Contra, ha tenido un largo y difícil recorrido en el ciclo de la
reconciliación. Nos toca vivir unos 30 o 40 años más, antes de reunirnos con
los que quedaron en el camino. Hay que recordarlos preservando esta paz, hay
que honrarlos protegiéndola con recelo, para que su sacrificio haya valido la
pena.
¿Qué preguntas quedan sin
responder?
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Pienso que las que más te quitan
el sueño, solo las podés responder con tus propias acciones, con tus propios
esfuerzos y con tu propia actitud hacia la vida, tu familia y tu propio país.
El tiempo, tu familia, tu país son tus aliados. Y si sos religioso, cristiano,
tu mundo espiritual también lo es. Hay temas relacionados a los “cachorros”
lisiados de guerra, o que están ahora en el abandono, que, en efecto, muy a
menudo me quitan el sueño. Tema sensible que, debido a la voluntad del gobierno
sandinista, el único que se ha ocupado del tema, ha tenido alguna respuesta,
pero, lamentablemente, por las enormes limitaciones de recursos en nuestro país,
no tiene solución inmediata ni mucho menos integral. De eso hablo en mi libro,
y del agujero en nuestra economía que no se indemnizó como lo estableció la
Corte Internacional de Justicia de la Haya, pero sí se tuvo que indemnizar a
los confiscados, gringos y caitudos. Todo hubiese sido justo si lo primero se
hubiese concretado.
¿Hay algo bueno entre todo lo
malo de esta guerra?
Si algo se rescata de ese duro
conflicto, es la demostrada capacidad, tal vez inherente del nicaragüense, de
perdonar y pedir perdón. Nicaragua, reflexionando, ha sido un exitoso
laboratorio de paz. Son muy pocos los países posconflicto que han tenido el
éxito que hemos logrado en Nicaragua, en este ámbito. Pienso que el ciclo de la
reconciliación se ha venido completando con éxito, precisamente porque esas
cualidades las predicaron con el ejemplo algunos de los principales líderes
políticos y religiosos de nuestro país: Daniel Ortega, nuestro actual
presidente; el Cardenal Miguel Obando y Violeta Chamorro.
¿Qué complejidad tenía la generación
de jóvenes de los años 80?
Te doy mis insumos, a pesar de
los riesgos que conllevan la simplificación y la brevedad. Pienso que lo que
distingue a una generación de otra son en realidad los eventos que estas
protagonizan. Son esos eventos históricos los que las marcan y determinan su
recorrido e impacto en la sociedad. En nuestro caso, ese gran evento fue sin
duda la Revolución Popular Sandinista, con una serie de ramificaciones que
trastocaron las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales de la
nación que nos vio nacer. Ese trastorno multidimensional, aunque
revolucionario, liberador y ecualizador, nos impactó a todos y todas de
diferente manera. La heterogeneidad de mi generación se manifestó precisamente
en cómo cada quien respondió al estímulo de la Revolución. Unos respondieron
favorablemente, otros la rechazaron, otros fueron indiferentes, pero algunos
nos apropiamos de ella con mucho compromiso. En esas respuestas había matices
ideológicos, sociales y económicos, todos muy comprensibles pero diferentes, y
hasta contradictorios entre sí.
En los momentos difíciles, de las
penurias en la selva o de los combates, ¿qué diferenciaba a los reclutas que
iban obligados de los que iban voluntarios?
Del contingente con más número de
voluntarios en la historia del conflicto, voluntarios que veníamos de la
Juventud Sandinista 19 de Julio, del contingente Julio Buitrago que partió en
junio de 1984, podemos afirmar que tuvo un impacto extraordinario en la moral y
disposición al combate de las tropas que integraron. Aunque, como norma, los
grupos de voluntarios se hacían sentir, no había diferencia, voluntarios o no,
en lo que nos tocaba hacer a todos en la guerra.
Si toda tu generación quedó
marcada por la guerra, ¿cuáles son las marcas que más resentÍs en tu vida?
Que el mundo no te espera cuando
estás en la guerra. Las facturas de lo que no hiciste, siempre te llegan.
Eventualmente hice la paz con ese brutal corolario.
¿A qué te condujo la reflexión
sobre qué es ser patriota?
Pienso que con mi padre y sus
hermanos, tuve una educación patriótica, de frente y nunca de espalda, a los
problemas que afligían a mi patria. Esa formación la reforcé en la escuela con
los curas dominicos y luego los jesuitas, con quienes concluí mi educación
escolar. Luego viví mis conceptos en carne propia. Sin duda, una experiencia
sublime.
¿Qué pensaste cuando el Ejército
Sandinista se sentó a negociar con la Contra?
Esperanza. Descubrí el
significado de la esperanza. Desde entonces y ahora he sentido un gran respeto
y agradecimiento con los protagonistas de esa paz que se inicia con los
esfuerzos del grupo Contadora, y luego estas conversaciones con la Contra en
1988. La paz se convirtió, en ese momento, en el más importante de nuestros
proyectos. Mis respetos a Daniel Ortega y Vinicio Cerezo, expresidente de
Guatemala, verdaderos merecedores del premio Nobel de la Paz en 1987. Así es,
el que le otorgaron a un advenedizo, como con mucho respeto y aprecio les
explico a mis amigos costarricenses, no lo merecía.
Después de la guerra, en algún
momento te habrías encontrado con un contra y hablado con él. ¿Cómo fue esa
experiencia?
Claro, muchas veces. Hay un
respeto entre el Contra, el comando de la tropa, y el ‘cachorro’ de la tropa.
Ambos expusimos el cuero. Es la conexión entre soldados. En mi libro hablo un
poco de nuestras diferencias, pero también de nuestras posibles aspiraciones
compartidas.
Ahora que trabajás en Washington,
¿qué tipo de referencias solés oír sobre esta guerra?
En general, y para mi deleite, la
gente joven en Estados Unidos ya ni siquiera escuchó hablar de la guerra; y
ahora ven a Nicaragua como un novedoso destino turístico. Mi generación
homóloga en Estados Unidos, la “generación X” y la anterior, los “baby-boomers”
son los que conocieron de la guerra de los 80 en Nicaragua por la vía del
escándalo “Irán-Contras”, por la propia obsesión de su expresidente Reagan con
nuestro país, o bien, por nuestra presencia mediática en toda esa década.
¿Qué dudas te asaltaron cuando
empezaste a escribir y cuando decidiste publicar este libro?
Mi libro empezó como un diario de
guerra y lo escribí en campaña o cuando recién salí, entre 1984 y 1986. ¿Sobre
el por qué convertí mis manuscritos en una publicación? Le prometí a un gran
amigo que cayó en combate, que así lo haría. Finalmente lo hice y ¡le cumplí!
¿Qué esperas lograr con este
testimonio, entre la generación que no vivió esa guerra y quienes la sufrieron?
Me contenta saber que mi libro va
estar ahí como referencia para las nuevas generaciones de nicaragüenses. Antes
de mi libro hay, que yo sepa, tres testimonios publicados. El mérito de haber
sido el primero y el más fresco, lo tiene “Algo más que un recuerdo”, de
Ernesto Castillo, quien fue casualmente nuestro relevo en el BLI “Juan Pablo Umanzor”.
Desde la perspectiva de la Contra, hay bastantes más. Los Contras han sido más
prolíferos que los Cachorros. Me gustaría apelar a la investigación histórica
para que se recoja la guerra de los 80 como parte de la tradición patriótica
del pueblo nicaragüense, y en particular, de su ejército.
¿Influyó de alguna manera la
experiencia de la revolución de los años 80, para que decidieras estudiar
economía?
Mi trayectoria académica, aunque
tardía y caótica, por los eventos de mi época, fue muy sólida y no la cambiaría
por nada.
Si pudieras regresar en el
tiempo, con los conocimientos que tenés hoy, ¿qué políticas cambiarías de
aquella época?
Las preguntas hipotéticas creo
que son para divertirse, entreteniendo igualmente hipotéticas respuestas. Aquí
la mía: Definitivamente regresaría a 1990 y trataría de convencer a doña
Violeta y al ingeniero Antonio Lacayo (q.e.p.d.) de no solo mantener, sino
fortalecer, la posición de Nicaragua respecto al fallo de la Corte de la Haya.
Igualmente, pienso que lamentablemente hubiera fracasado.
¿Qué pensás cuando se vuelve a
hablar de guerra, de que las armas resuelven asuntos políticos?
Pienso que la guerra no la
debemos olvidar en tanto nos advierte de sus peligros y nos conduce a evitarla
en el futuro. Me resulta inverosímil que la guerra y el conflicto armado tengan
aún sus acólitos. He escuchado a algunos hablar de guerra, pero a ninguno le he
visto capaz de, personalmente, exponer su vida, o de poder sacarnos del clavo
una vez que estemos en ella. Ya pasamos por eso, y con firmes convicciones
salimos todos los días a seguir construyendo una paz firme y duradera, que
tanta sangre, sudor y lágrimas nos costó construir.
Douglas Carcache
Periodista de El Nuevo Diario de
Nicaragua
http://www.elnuevodiario.com.ni/nacionales/422577-mundo-no-te-espera-cuando-estas-guerra/
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