viernes, 28 de noviembre de 2014

LAS MUJERES EN TACONES ALTOS ADQUIEREN MAS PODER SOBRE LOS HOMBRES

LAS MUJERES EN TACONES ALTOS ADQUIEREN MAS PODER SOBRE LOS HOMBRES

Si tu quieres tener a los hombres a tus pies, debes de vestir tus pies con zapatos de tacon alto.
Un reciente estudio ha demostrado que los hombres son mas amables, caballerosos y solicitos con las mujeres que visten de tacones altos que con las que calzan zapatos bajos.   El investigador francés Nicholas Gueguen dice que las mujeres que calzan zapatos con tacones altos ejercen una influencia poderosa  en la conducta de los hombres.

El investigador francés realizo una serie de experimentos para esclarecer la reacción de los hombre y de las mujeres ante la presencia de una mujer vestida con zapatos de tacón alto y sin ellos.   Para ello se seleccionaron varias mujeres que para el primer experimento las vistieron con zapatos bajos y las enviaron a diferentes lugares públicos bien transitados.   El objetivo era tratar de llamar la atención de los hombres que pasaban por el lugar  y solicitarles un minuto para hacerle una encuesta.   De 60 hombres a los cuales se les solicito que si se podían demorarse un minuto para responder a una encuesta breve, respondieron positivamente unos 25 hombres.

Luego se repitió el experimento pero ahora con zapatos con tacones de 5 centímetros de alto y esta vez se obtuvieron mejores resultados.   36 hombres respondieron de forma positiva.





















Y al final se realizo la prueba con tacones de 11 centímetros y sorprendentemente el número de voluntarios creció a 50 de 60 hombres a los que se les solicito un minuto para realizar la encuesta.

De estos experimentos Nicola llego a la conclusión de que en dependencia de la altura de los tacones en esa medida cambio la actitud y el interés de los hombres de detenerse un momento a contestar la encuesta.   En pocas palabras, los tacones aumentan el interés de los hombres.

Este experimento también se realizo en Inglaterra pero en vez de la encuesta la mujer que vestía los zapatos de tacones mientras caminaba dejaba caer un guante y los resultados fueron similares.   La mujer con zapatos bajos obtuvo muy pocos interesados en ayudarle, mientras que la mujer vestida con zapatos de tacones altos el 100% de las veces fue asistida por uno o más caballeros.

Por otro lado también se realizo este mismo experimento pero llamando la atención de otras mujeres.   Independientemente del tipo de zapato que vistieran las mujeres que estaban realizando el experimento no cambio para nada en el comportamiento de las mujeres entrevistadas, muy pocas interesadas y los resultados fueron los mismos con tacones altos y sin ellos. 

Asi que si usted quiere ejercer influencia sobre los hombres, vista de tacones altos.



William P.

http://www.kp.ru/daily/26310.4/3188554/

http://www.dailymail.co.uk/sciencetech/article-2841163/Women-want-way-wear-HIGH-HEELS-Men-willing-help-females-tall-shoes.html

lunes, 24 de noviembre de 2014

Jose Mujica, presidente de Uruguay se solidariza con los Estudiantes normalistas desaparecidos.

Jose Mujica, presidente de Uruguay se solidariza con los Estudiantes normalistas desaparecidos.



Las turbulencias desatadas por el caso Iguala han superado las fronteras de México. Día tras día, caen desde dentro y fuera del país duras críticas por la trágica desaparición de los 43 normalistas. En este entorno adverso, el presidente de Uruguay, José Mujica, conocido por su contundencia verbal, protagonizó ayer un sonoro capítulo que acabó con una rectificación en toda regla.

En una entrevista a la revista Foreign Affairs Latinoamérica, el mandatario uruguayo había calificado al Estado mexicano de “fallido y con poderes públicos totalmente fuera de control” y había vinculado los hechos de Iguala a la “gigantesca corrupción que hay en México”. A este varapalo, Mujica añadió este comentario: “En México, la corrupción se ha establecido, me da la impresión, visto a la distancia, como una tácita costumbre social. Seguramente, el corrupto no está mal visto, es un triunfador, es un señor espléndido”.

Estos dardos superaron los límites de tolerancia del Gobierno mexicano. La Secretaría de Relaciones Exteriores rechazó categóricamente las acusaciones y anunció que iba a convocar al embajador de Uruguay para pedirle explicaciones. El comunicado oficial mexicano, como viene siendo habitual en todas las intervenciones institucionales, reiteró su condena por la tragedia–“actos como los ocurridos en Iguala no deben tener cabida ni en México ni en el mundo”– e insistió en el “compromiso del Gobierno mexicano de continuar las investigaciones con claridad, transparencia y responsabilidad, tal y como lo ha venido haciendo hasta ahora”.


http://internacional.elpais.com/internacional/2014/11/24/actualidad/1416788896_291567.html

Estudiantes de Iguala Mexico desaparecidos


La hoguera que oscureció la noche de Iguala




La noche del 26 de septiembre, Ernesto Guerrero, de 23 años, vio como el cañón de un Colt AR-15 le apuntaba.

- Vete o te mato.

En aquel momento no lo supo, pero el agente le había librado de una muerte segura. No fue por azar ni por piedad, sino por pura y simple saturación. Como Ernesto recordaría semanas después, los policías municipales tenían a decenas de compañeros de la Escuela Rural Normal de Ayotzinapa tumbados boca abajo en el asfalto y se los estaban llevando en camionetas a la comisaría. Iban hasta los topes. Tan ocupados estaban, que habían pedido ayuda a los agentes de la vecina localidad de Cocula, y cuando Ernesto, armado de valor, se acercó a preguntar por la suerte de sus amigos, ya no disponían de tiempo ni espacio para uno más. Directamente le apuntaron con el fusil y le conminaron a irse. “Vi alejarse por la avenida a mis compañeros”, rememora. Esa fue la última vez que supo de ellos.


Aquel 26 de septiembre, Ernesto había llegado a Iguala, junto con casi un centenar de alumnos de magisterio, en dos autobuses procedentes de Ayotzinapa. Radicales y revoltosos, los estudiantes iban a recaudar, como otras veces, fondos para sus actividades. Esto significaba pasar el bote por sus calles más céntricas, entrar en unos pocos comercios e incluso cortar alguna avenida.

Su desembarco no había pasado inadvertido. Los halcones del narco, según la reconstrucción de la fiscalía mexicana, habían seguidos sus pasos y alertado a la central de la Policía Municipal. Los normalistasno eran bienvenidos. En junio del año anterior, tras el asesinato y tortura del líder campesino Arturo Hernández Cardona, los estudiantes habían culpado del crimen al alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, y atacado el ayuntamiento.

Los sicarios y los policías, que en Iguala vivían en perfecta simbiosis, creyeron que iban a repetir al algarada, pero esta vez no contra el regidor, sino contra alguien aún más poderoso: su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa.

Ella, como apuntan las investigaciones policiales, dirigía las finanzas del cartel de Guerreros Unidos en la ciudad. El vínculo con el narco le venía de lejos. Era hija de una antigua operaria de Arturo Beltrán Leyva, el Jefe de Jefes, y sus propios hermanos habían creado por orden de este capo el embrión de la organización criminal con el objetivo de enfrentarse a Los Zetas y a La Familia Michoacana. Cuando ambos fueron ejecutados y arrojados a una cuneta de la carretera de Cuernavaca, ella tomó las riendas en Iguala, protagonizando junto con su marido un fulgurante ascenso social que ahora quería completar con su última ambición: ser elegida regidora en 2015. Para ello, ese 26 de septiembre había preparado un gran acto en el zócalo de la villa. Era el inicio de su carrera electoral.

La irrupción en la ciudad de los normalistas, encapuchados, rebeldes, con ganas de protesta, les hizo temer que fuesen a reventar el discurso. El alcalde exigió a sus esbirros que lo impidiesen a toda costa y, según algunas versiones, que los entregasen a Guerreros Unidos. La orden fue acatada ciegamente. Las fauces del horror se abrieron de par en par. Posiblemente nunca se llegue a saber cómo la barbarie llegó a tal extremo, pero lo que las pesquisas policiales han logrado sacar a la luz es que a los normalistas, que seguramente no sabían cuál era la naturaleza del poder municipal en Iguala, se les dio trato de sicarios, se les persiguió con la saña con que se mata a los cárteles rivales. En sucesivas oleadas, la policía atacó a sangre y fuego a los estudiantes. De nada les valieron sus desesperados intentos de huir en autobuses tomados a la fuerza. Dos murieron a tiros, otro fue desollado vivo, tres personas ajenas a los hechos perdieron la vida a balazos al ser confundidas con normalistas. En la cacería, decenas de estudiantes fueron detenidos y conducidos a la comandancia policial de Iguala. Nadie dio orden de parar. El reloj siguió adelante.

El jefe de los sicarios, Gildardo López Astudillo, avisó al líder supremo de Guerreros Unidos, Sidronio Casarrubias Salgado. En sus mensajes le informó de que los responsables de los desórdenes de Iguala pertenecían a Los Rojos, la organización criminal contra la que libraban una salvaje guerra. Sidronio dio orden de "defender el territorio".

En una operación de exterminio bien diseñada, fruto posiblemente de experiencias anteriores, los estudiantes fueron recogidos de la comandancia de Iguala por agentes de Cocula, quienes, cambiando las placas de sus matrículas, les entregaron a los liquidadores del cartel en la brecha de Loma de Coyote. Todo estaba preparado para no dejar huellas.

En una noche sin apenas luna, hacinados como ganado en un camión y una camioneta, los normalistas fueron conducidos hacia el basurero de Cocula. Fue un viaje al infierno. Muchos estudiantes, posiblemente una quincena, malheridos y golpeados, murieron de asfixia en ese recorrido. Al llegar al paraje, los supervivientes fueron bajando uno a uno. Con las manos en la cabeza, les obligaban a caminar un trecho, tumbarse en el suelo y contestar a sus preguntas. Querían saber por qué habían acudido a Iguala y si pertenecían al cartel rival. Los normalistas, según las confesiones de los detenidos, respondían aterrorizados que ellos eran estudiantes y que no tenían nada que ver con el narco. De poco les sirvió. Acabado el interrogatorio, recibían un tiro en la cabeza. El núcleo del comando ejecutor, aunque contó con la ayuda de más sicarios, lo formaban Patricio Reyes Landa, El Pato; Jonathan Osorio Gómez, El Jona, y Agustín García Reyes, El Chereje. Con bestialidad metódica, mataron a todos los normalistas y, a lo que ya venían muertos, los arrastraron, cogidos de las piernas y los brazos, fuera de los vehículos.

Como en un ritual bárbaro, prepararon una inmensa pira en aquel basurero. Sobre una cama de piedras circular, apiñaron primero una capa de neumáticos y luego otra de leña. Ahí encima colocaron los cadáveres. Los rociaron de gasolina y diésel.

La hoguera prendió la noche más oscura de México. Las llamas fueron alimentadas durante horas. Los sicarios, en su impunidad, incluso se marcharon a la espera de que el fuego se consumiese solo. Pasadas las cinco de la tarde, tras arrojar tierra encima, se acercaron a los restos. Los desmenuzaron y los metieron en ocho grandes bolsas de basura negras. Al atardecer, los asesinos abandonaron el paraje. En su viaje de vuelta, arrojaron las bolsas a la corriente del río San Juan. México aún tardaría algunos días en despertar al horror.

http://internacional.elpais.com/internacional/2014/11/08/actualidad/1415475628_050143.html