lunes, 19 de julio de 2010

Rosario Murillo esta protegida por la Mano de Fatima








Rosario es omnipotente y omnipresente, los símbolos asociados a ella dominan el territorio nacional. El color oficial del Gobierno y del orteguismo es el fucsia, magenta o rosado chicha, como le llamamos aquí por el color que toma la bebida de maíz fermentada. Está en las gigantescas vallas de la publicidad oficial, el logo del Gobierno —una versión un tanto sicodélica del escudo nacional— y las camisetas de los marchistas.

La escogencia se atribuye a una visión del mundo que relaciona colores específicos a los “chacras” o centros de energía de las personas. El rosado corresponde al chacra del corazón, allí se alojan el amor y el perdón. En las fotos de campaña y las reuniones de partido, los candidatos vistieron camisa rosada, en los congresos del partido igual. Sin excusas. Por eso, en correspondencia con la “colorología”, no es casual que el lema madre del Gobierno sea “El amor es más fuerte que el odio”.

Vestir y pintar o no la casa de rosado y copiar el look presidencial, se ha convertido en una declaración de simpatía o rechazo al régimen. El otro día, mientras estiraba y encogía mi antebrazo para determinar cómo lucía en mí una pulsera con pedrería, otra clienta me susurró al oído: “ta linda pero muy chamuca”. Cha, de Chayo, Mu de Murillo, Ca como atributo despectivo.

De esta manera, usar hasta tres anillos en cada dedo es chamuco, pero bien visto en las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Rosario gusta vestir joyas con turquesas. Según el análisis que del look de Murillo ha hecho la periodista feminista nicaragüense, Sofía Montenegro, el joyerío de Rosario tiene una función talismánica.

De acuerdo con Sofía, en el sistema de creencias de Murillo, ella es o representa al pueblo, por eso carga unas llamativas pulseras de piedras celestes ya que “quien lleva turquesas, espanta la pobreza”; en este caso, la del país. A mí, a quien no le gusta la pobreza y las supersticiones se le pegan como moscas, me ha entrado una profunda necesidad de lucir turquesas.

Otras razones deberían también disuadirme de comprar turquesas; por ejemplo, el que a pesar del enjambre de bellas piedras verde-celeste que a menudo cuelgan del cuello, las orejas, muñecas y antebrazo de la Primera Dama, las pobres son más pobres desde que asumió la pareja presidencial.

La pobreza masiva y estructural de mi país parece ser a prueba de conjuros, aunque cada vez que la dupla gobernante ofrece una comparecencia televisiva, preside el sitial presidencial la gran pintura del ojo en la palma de la mano: la Mano de Fátima también llamada “Jamsa”, ésta es un icono de la cultura árabe que se usa como talismán contra malas vibras, maleficios y maldiciones.

Ni las turquesas, ni ese símbolo milenario, han podido atenuar los efectos negativos de la crisis internacional y la desastrosa gestión gubernamental. La cooperación internacional, que cubría el déficit de las finanzas públicas, fue suspendida ante el retroceso en el respeto a los derechos de las mujeres y la libertad de organización y movilización.

Tampoco ayudó que en los primero meses de su mandato, en plena luna de miel con Chávez, Ortega calificara de “migajas” la ayuda europea, llamara “mosca” a la embajadora de la Unión Europea y se sintiera “más libre” cuando los Estados Unidos suspendieron un programa de ayuda de 175 millones de dólares. La gota que derramó el vaso fue el escandaloso fraude electoral de las elecciones municipales de noviembre pasado.

La Mano de Fátima fue atribuida por Murillo a la cultura maya, a lo mejor por la importancia del Cero en ésta-, los programas emblemáticos del Gobierno comparten el cero como apellido: Hambre Cero, Usura Cero. Sus alcances se puede recitar de memoria: 35 mil familias encabezadas por mujeres, 71 mil 529 féminas en 12 mil grupos solidarios! Ta, taán… ¡puntos para el Gobierno!
Pero como estrategia de lucha contra la pobreza, los Ceros no son más efectivos que las turquesas. En esencia siguen un diseño de compensación o inversión social a partir de programas que implementaron en el pasado los satanizados gobiernos “neoliberales”, y para colmo de males se desinflan junto con la ayuda venezolana.

Tampoco ayudan a los amuletos el desempeño del gabinete. El ministro de Hacienda está rankeado como el peor en América Latina. La centralización del poder, la falta de rendición de cuentas y la necesidad de tener el visto bueno para dar una declaración o hacer cualquier cosa —por pequeña que sea— ha provocado, por ejemplo, que el año pasado la ejecución presupuestaria en carreteras y agricultura no pasara del 60 por ciento.

Según los detractores del gobierno, los únicos ceros que funcionan son: Información Cero pues de la Presidencia para abajo nadie da información o responde preguntas de la prensa independiente; y Agua Cero porque los cortes de agua aumentaron y el ente estatal encargado de proveer este servicio se declaró recientemente en quiebra.

Según economistas independientes, para el 2008 las exportaciones cayeron en un 27 por ciento, el salario real promedio se deterioró en 17 por ciento, faltaron 120 millones de dólares en el presupuesto de la República y la economía ya empezó a crecer negativamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario