viernes, 9 de julio de 2010

¿Por qué aumenta la pobreza en Nicaragua?




¿Por qué aumenta la pobreza en Nicaragua?


El representante del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Nicaragua, Gabriel Di Bella, se preguntó durante una comparecencia ante la Cámara Americana Nicaragüense de Comercio, el miércoles de la semana pasada, “por qué a pesar de que el país ha mejorado su estabilidad macroeconómica y la posición ante la inversión privada, no hay correspondencia en niveles de reducción de la pobreza entre la población”.

Di Bella describió a grandes rasgos, pero con datos precisos, la dramática realidad socio-económica de Nicaragua que de manera lenta pero consistente venía superando las desastrosas consecuencias de la revolución sandinista de los años ochenta, hasta que le ocurrió la desgracia de caer en manos de un nuevo régimen autocrático y populista, que se dice progresista pero está empujando el país de regreso al pasado.

Señaló Di Bella que “la mitad de los 5.7 millones de habitantes (de Nicaragua) viven por debajo del umbral de la pobreza, y de éstos uno de cinco nicaragüenses vive en extrema pobreza”. Y mencionó que en el informe, Nicaragua: Estrategia de la Reducción de la Pobreza, que el Gobierno de Daniel Ortega presentó en mayo de este año al FMI, se reconoce que “del total de los ciudadanos (nicaragüenses) el 30 por ciento tiene ingresos menores a los dos dólares por día”.

Sin duda que el representante del FMI en Managua sabe muy bien por qué, a pesar de los logros macroeconómicos, el crecimiento de la producción, la cuantiosa cooperación externa y el aumento de los ingresos del Estado, la pobreza se sigue incrementando, en vez de disminuir. Pero no lo dice públicamente por prudencia política o cortesía diplomática, y prefiere que lo aclaren los mismos nicaragüenses. En realidad, la explicación de ese “misterio” económico radica en que, para decirlo con palabras del célebre periodista y escritor satírico estadounidense, Patrick Jake O’Rourke, “cuando son los políticos los que asignan los recursos, los recursos siempre terminan asignados a los políticos”.

Ciertamente, basta ver los elevados índices de corrupción gubernamental en Nicaragua y, como consecuencia de ésta, el desmesurado enriquecimiento de muchos políticos nicaragüenses, así como el desarrollo de una nueva oligarquía opulenta que pretende ser representante de los pobres, para comprender por qué el mejoramiento de la estabilidad macroeconómica del país y los grandes recursos de la cooperación externa no han reducido la pobreza, la cual más bien se ha incrementado.

¿Cómo va a disminuir la pobreza si los gobernantes de Nicaragua nadan en la riqueza, viajan por todo el mundo en aviones privados, se construyen suntuosas mansiones, adquieren costosas propiedades y hasta se mandan a hacer helipuertos y carreteras exclusivas? Además, ¿de qué manera se va a reducir la pobreza y cómo no va aumentar el número de pobres en Nicaragua, si cada año hay que asignar más de 100 millones de dólares del Presupuesto Nacional para pagar la deuda pública interminable de la piñata sandinista? ¿Y cómo los pobres de este país no van a ser cada vez más pobres si la mayor parte de lo que produce la gente que trabaja se destina a sostener una enorme y voraz burocracia, que ha sido aumentada desmesuradamente, por los pactos para la repartición del botín estatal y con el fin de mantener una extensa clientela política cautiva?

Dijo el representante del Fondo Monetario Internacional en Managua que se necesitan 30 años de crecimiento sostenido “para que los niveles de vida en Nicaragua más o menos sean aproximadamente al promedio de la región en la década del setenta”. De manera que, según este experto económico, “el desafío es crecer a niveles poco más altos para hacer que justamente la pobreza decrezca más rápidamente”.

En realidad, tal como lo demuestra la experiencia internacional, la clave para reducir la pobreza radica en la aplicación de una política económica coherente, basada en la combinación apropiada de la economía de mercado libre con la atención a las necesidades más perentorias de los sectores marginados. La pobreza se reduce aumentando la inversión en la educación de calidad, manteniendo la previsibilidad económica, garantizando la seguridad jurídica y la gobernabilidad democrática, respetando la ley y el Estado de Derecho, incentivando la inversión privada nacional y extranjera, persiguiendo y reduciendo la corrupción, etc. O sea, haciendo todo lo contrario de lo que puede y quiere hacer un régimen populista, reaccionario, irresponsable y corrupto como el que está imperando ahora en Nicaragua.

http://www.laprensa.com.ni/2010/07/05/opinion/30344

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