miércoles, 30 de diciembre de 2009

El arte de vivir (Primera Parte)


El arte de vivir (Primera Parte)
Meditación Vipassana
por S. N. Goenka

(Este artículo está basado en una conferencia que dio Goenkaji en Berna, Suiza, en 1980)
Todos buscamos la paz y la armonía porque carecemos de ellas en nuestras vidas. De vez en cuando todos experimentamos agitación, irritación, falta de armonía, sufrimiento. Cuando esto sucede no lo guardamos para nosotros sino que lo distribuimos a los demás. Una persona desdichada impregna el ambiente que le rodea de agitación y quienes están cerca de ella también se alteran, se irritan.
Ciertamente, ésta no es la manera más adecuada de vivir.
Tenemos que vivir en paz con nosotros mismos y en paz con los demás porque, en última instancia, los seres humanos somos seres sociales que vivimos dentro de una sociedad interrelacionada. Pero ¿cómo vivir en paz y armonía interior y mantenerlas para que los demás puedan también vivir en paz y armonía?
Para librarnos de nuestra agitación tenemos que conocer sus razones básicas, la causa del sufrimiento. Al investigar este problema, nos damos cuenta de que nos sentimos agitados en cuanto generamos negatividades o contaminaciones en la mente. La negatividad, la contaminación o la impureza mental no pueden coexistir con la paz y la armonía.
¿Cómo empezamos a generar negatividades? También aquí nos damos cuenta, al investigar, de que nos sentimos desdichados cuando estamos con alguien que se comporta de una manera que no nos gusta o cuando sucede algo que nos desagrada. Cuando ocurre algo que no deseamos surge tensión en nuestro interior y también surge cuando no ocurre o existen obstáculos para que se cumpla algo que deseamos. Con todo eso empezamos a atar nudos en nuestro interior. Y como durante toda la vida van a suceder cosas que no queremos y las deseadas puede que sucedan o puede que no sucedan, este proceso de reacción, de atar nudos –nudos gordianos, hace que toda la estructura física y mental esté tan tensa y tan llena de negatividades que la vida se vuelve miserable.
Una manera de resolver este problema sería arreglar las cosas para que en nuestra vida no ocurriera nada indeseado, para que todo sea tal y como deseamos. Para lograrlo, tendríamos que desarrollar en nosotros un poder extraordinario o bien conseguir que venga en nuestra ayuda alguien que lo posea. Pero tal cosa es imposible. No existe nadie en el mundo que pueda satisfacer todos sus deseos. No hay nadie cuya vida transcurra como quiere, sin que pase algo no deseado. Constantemente ocurren cosas que van en contra de nuestros deseos y anhelos. De ahí la pregunta: ¿Cómo podemos dejar de reaccionar ciegamente cuando enfrentamos situaciones que no nos gustan? ¿Cómo podemos dejar de generar tensión y permanecer llenos de paz y armonía?
Tanto en la India como en otros países hubo personas santas y sabias que estudiaron este problema —el problema del sufrimiento humano— y encontraron una solución: cuando ocurre algo no deseado y empezamos a reaccionar con ira, miedo o negatividad, hay que dirigir lo antes posible la atención a cualquier otra cosa. Por ejemplo: levantarnos, tomar un vaso de agua o empezar a contar: uno, dos, tres, cuatro…
o repetir una palabra, una frase o un mantra o quizás el nombre de un dios o una persona santa hacia la que sintamos devoción. Así desviamos la mente y hasta cierto punto, nos liberamos de la negatividad, de la ira.
Esta solución era útil, funcionaba y aún funciona; al practicarla, la mente se siente libre de agitación. No obstante, sólo funciona en el nivel de la mente consciente porque lo que de hecho hacemos al desviar la atención es empujar la negatividad a lo más profundo del inconsciente donde seguimos generándola y multiplicándola. Hay paz y armonía en la superficie, pero en las profundidades de la mente hay un volcán dormido de negatividad reprimida que tarde o temprano entrará en erupción con una gran explosión.
Hubo otros exploradores de la verdad interna que llegaron algo más allá en su búsqueda. Tras experimentar en su interior la realidad de la mente y la materia, se dieron cuenta de que desviar la atención es sólo huir del problema. Escapar no es una solución; hay que enfrentar el problema. Cuando surja una negatividad en la mente, obsérvala, hazle frente. Tan pronto como comiences a observar la contaminación mental, ésta empezará a perder fuerza y poco a poco se irá marchitando y podrá ser erradicada de raíz.
Es una buena solución que evita los dos extremos: la represión y dar rienda suelta. Enterrar la negatividad en el inconsciente no la erradicará y permitir que se manifieste con un acto físico o verbal dañino sólo creará más problemas. Pero si te limitas a observarla, la contaminación desaparecerá y estarás libre de esa contaminación.
Esto suena maravilloso, pero ¿se puede realmente practicar? ¿Resulta fácil para una persona común y corriente enfrentarse a las contaminaciones? Cuando surge la ira, nos toma tan de sorpresa que ni siquiera nos damos cuenta de ello. Arrastrados por la ira cometemos actos físicos o mentales que nos dañan a nosotros mismos y a los demás. Poco después, al desaparecer la ira, empezamos a llorar y a arrepentirnos, pidiendo perdón a los demás o pidiendo perdón a Dios. Pero la próxima vez que nos encontramos en una situación semejante, volvemos a reaccionar de la misma forma. El arrepentimiento no nos ha servido para nada.

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